Verano ¿tóxico?: el «importante» coste medioambiental de los eventos en la naturaleza

Basura acumulada en la playa del Orzán (A Coruña) tras las celebraciones de la noche de San Juan. EFE/ Moncho Fuentes

Patricia Rodríguez

Madrid, 12 jul (EFE).- La destrucción de vegetación, el abandono de residuos -en algunos casos tóxicos- o la contaminación del aire son parte de la huella dejada por ciertos eventos estivales en el medioambiente. Su coste para la biodiversidad, según los ecologistas, es «importante» y difícil de reparar.

Asistir a un concierto al aire libre, organizar un pícnic o una competición deportiva en un espacio natural, actividades propias del verano, provocan o aceleran, paralelamente, el deterioro de ecosistemas y degradan la biodiversidad a causa de malas prácticas que podrían mitigarse.

Así lo creen algunos grupos ecologistas, que advierten de consecuencias diversas y graves.

El coordinador del área de conservación de naturaleza de Ecologistas en Acción, Theo Oberhuber, sostiene en declaraciones a EFE que el efecto (de esas actividades en el entorno) es «muy variado y, dependiendo del espacio o del tipo de ecosistema, es mayor o menor».

«En general, simplemente la existencia de un número importante de personas supone un impacto importante por el pisoteo de vegetación, el traslado de vehículos (…)», observa ese portavoz.

Oberhuber agrega que «cuando se trata de un espacio natural o protegido en una zona de biodiversidad alta, implica una molestia directa para la fauna y supone, muchas veces, la destrucción de vegetación, generación de residuos, contaminación».

«En un espacio natural la prioridad debe ser la conservación, no su destrucción ni su explotación», dice.

Emplear estos lugares naturales para albergar torneos deportivos o festivales conlleva, según alerta, «artificializar un espacio natural, que tiene un impacto muy importante sobre la biodiversidad, tanto directo (abandono de nidos) como indirecto (residuos, contaminación ambiental, emisiones)».

La (falta de) educación, parte del problema

Tras las malas prácticas subyace un problema de concienciación: «No estamos bien educados (…) Lamentablemente la sociedad está muy basada en el usar y tirar para casi todo, especialmente en las últimas décadas».

El portavoz de Ecologistas en Acción responsabiliza a las nuevas generaciones por no haber hecho «suficiente énfasis en no generar residuos, en hacer una gestión para que (estos) sean la menor cantidad posible y de la menor toxicidad posible».

Por su parte, Miguel Muñoz, coordinador del proyecto Libera (contra la basuraleza) de SEO/Birdlife, dice a EFE que, cara al verano, le preocupa «cómo entornos rurales, acostumbrados a un número de habitantes relativamente pequeño, se ven muchas veces inundados por un número de población que puede multiplicarse por dos, tres, cuatro o cinco».

Estas situaciones van muchas veces acompañadas de un déficit de infraestructuras, como en lo que respecta, por ejemplo, a la cantidad de contenedores existentes para depositar residuos en esas zonas o en los sistemas de gestión de aguas que, a veces, se ven superados, según observa.

 Muñoz recalca que la «basuraleza es muy heterogénea» y, por ello, sus impactos en el medioambiente son igualmente muy heterogéneos en términos de contaminación química o destrucción de hábitat.

 Los desechos más comunes que se observan tras este tipo de actividades veraniegas suelen incluir «envases de todo tipo, latas de bebidas, colillas de cigarrillos y toallitas».

El plástico, denominador común

En el caso de eventos cercanos al mar o zonas de playa, la calidad del hábitat marino y costero se resiente también con el abandono de residuos plásticos, restos de alimentos, y otros elementos que contaminan el agua y la arena, y que no son solo un problema estético, con sus potenciales consecuencias para el turismo.

Las especies marinas corren el riesgo de ingerir residuos, quedar atrapadas en ellos o sufrir enfermedades, lo que a su vez ocasiona daño a la fauna y flora marina, advierte el experto.

Muñoz señala como «denominador común» de esa clase de residuos que todos están mayoritariamente hechos con plástico y su peculiaridad es que no se biodegradan, con lo que su impacto en las especies suele ser su ingesta.

«En el caso de los animales marinos como las tortugas, una de sus presas son las medusas y las bolsas muchas veces se asemejan físicamente, se parecen mucho, por lo cual las ingieren», alerta.

En cuanto a las aves marinas, estas corren el riesgo de quedar enredadas o enganchadas a elementos plásticos como artilugios de pesca abandonados, entre otros riesgos.

Si bien los plásticos no son biodegradables, Muñoz puntualiza que «sí se degradan, sobre todo por la acción de los rayos ultravioletas, por lo que un plástico grande se va convirtiendo en plásticos más chiquititos», que cuando miden menos de 5 milímetros se denominan microplásticos, «entran muy fácilmente en cadenas tróficas de animales filtradores, como los cetáceos», que acaban muriendo.

(Recursos de archivo en www.lafototeca.com Cód.22880921y otros)