Carla Aliño
Palmera (Valencia), 26 mar (EFE).- Vicente Todolí (Palmera, 1958) es un curador de arte contemporáneo con un gran recorrido en el panorama artístico internacional que le ha llevado a dirigir, entre otros espacios, la Tate Modern de Londres, y cuya vida gira ahora en torno a los cítricos, un producto que, aunque a priori no lo parezca, guarda una estrecha relación con el mundo del arte.
“No hay otra fruta que haya atraído a tantos artistas”, asegura el propio Todolí en su huerto de Palmera, un jardín único ubicado en la costa mediterránea española que alberga una enorme colección de cítricos, con unas 500 variedades diferentes, cultivadas en una extensión de 4,5 hectáreas.
Este ha sido precisamente el lugar en el que Todolí ha querido presentar a la prensa su último libro, ‘Quisiera crear un jardín (y verlo crecer)’ (Espasa), una reflexión muy personal sobre las circunstancias y asuntos que acaparan su atención y dibujan tanto su trayectoria vital como profesional.
Y es que este espacio es su paraíso en la Tierra, el lugar que le hace “tomar distancia con el mundo de arte”, al que sigue todavía muy vinculado, como director artístico de Pirelli HangarBicocca, espacio expositivo gestionado por la Fundación Pirelli en Milán, además de presidente de la Comisión Asesora de Artes Plásticas de la Fundación Botín.
Esto le obliga a seguir viajando mucho, pero reconoce que por muy lejos que esté siempre está pendiente de este jardín, tanto del tiempo que hace como de la lluvia, y trata de pasar la mayor parte de su tiempo en este lugar.
Una vida dedicada al arte

Nacido en una familia dedicada a la citricultura durante más de cinco generaciones, Todolí supo desde muy joven que su vida estaría vinculada al arte, y aunque dudó si estudiar Arqueología, se decantó por Historia del Arte cuando hizo un viaje de campo con arqueólogos profesionales a la sierra alicantina de Segària y no encontraron nada.
“Si vas a visitar una exposición de arte, al menos, la exposición estará allí”, pensó, y esta elección fue la que después le llevó a formarse y trabajar en Estados Unidos; Portugal, donde fue fundador del Museu de Arte Contemporánea de Serralves (Oporto) entre 1996 y 2003, o en Londres, donde dirigió la Tate Modern desde 2003 a 2010.
También en València, donde participó en la creación del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM), del que fue director artístico entre 1988 y 1996.
Todas esa vivencias son las que plasma en ‘Quisiera crear un jardín (y verlo creer)’, en el que, según precisa, no escribe sobre arte porque el arte es algo sobre lo que no se puede escribir. “El arte es un lenguaje no verbal”, defiende.
Tampoco ha optado nunca por crear como artista. Prefiere dar “un paso atrás y mirar” y por eso le gusta la función del curador, porque es el que guía y une una colección o una exposición. “Eso es lo que yo hago”, dice, y confiesa que no le gusta nada “la cháchara del arte”.
“El primer contacto con el arte tiene que ser con tu cuerpo, con tus ojos, con tu mente, y no leer algo que influya”, zanja.
Volver a los orígenes
Vicente Todolí decidió un día volver a sus raíces para “curar”, en todos los sentidos, la tierra que lo vio nacer, salvándola de un agresivo plan urbanístico, y creando en ella y para ella una gran colección de cítricos.
Poco a poco fue adquiriendo terrenos a los vecinos de la zona hasta conformar lo que es hoy la Todolí Citrus Fundació, un espacio que bebe de las ‘limonaie’ de los Médici o las ‘orangeries’, pero dedicada también a la investigación y conservación de la biodiversidad de los cítricos, así como a promover su uso y conocimiento en la sociedad.
Todolí concibe este espacio, plagado de cidras, pummelos, (zamboas), limones, pomelos, naranjas, limas, kumquats o mandarinas, como un museo, donde los árboles representan su colección permanente.
Y desde aquí colabora con chefs que buscan nuevos sabores cítricos para sus platos, pequeñas empresas que usan sus productos para elaborar mermeladas o chocolates, o firmas cosméticas, como Loewe, que ha seleccionado alguna de sus frutas para crear una nueva vela.
El proyecto de Todolí sigue creciendo con nuevas incorporaciones que encuentra en sus viajes, sobre todo a Asia, o las hibridaciones o mutaciones que aparecen de forma natural, y con nuevas ideas, como el aviario que ha construido para recuperar especies de pájaros cantores que había en esta zona, como el verderol o la cagarnera (jilguero).