Beit Jala (Cisjordania), 29 jul (EFE).- Entre colinas cubiertas de olivos, cactus e higueras, en una casa de la ciudad palestina de Beit Jala cercana a Belén se congregan este martes una quincena de manifestantes palestinos e israelíes para protestar juntos, por tercer día consecutivo, contra la guerra y la hambruna en Gaza mediante una huelga de hambre.
«Vine por la paz», dice a EFE Yvonne, una israelí de 51 años llegada desde Nir Moshe, una comunidad cercana a la frontera con Gaza, que queda a unos 100 kilómetros de distancia. «Lo oigo todos los días desde mi casa: las bombas, las casas temblando. Siempre pienso: ‘¿Qué puedo hacer?’. Me siento impotente y creo que esto (la huelga de hambre) es algo que sí puedo hacer».
Mientras unos llegan y otros se despiden, en el ambiente de la protesta reina una calma respetuosa: los participantes conversan y preparan pancartas para la manifestación contra la guerra que tendrá lugar más tarde.

Beit Jala, uno de los pocos lugares donde pueden reunirse

El número total de participantes es incierto: aunque unas 60 personas se inscribieron por internet, muchos llegan sin registrarse, especialmente palestinos, según explica Mia, de 38 años, parte del equipo de Combatientes por la Paz, una iniciativa fundada por exmilicianos palestinos y exsoldados israelíes que promueve una solución al conflicto basada en la dignidad para ambos pueblos, que convocó la protesta.
Según Mia, la iniciativa para la huelga surgió del Comité Superior de Seguimiento para los Ciudadanos Árabes de Israel, que organizó una protesta de hambre de tres días en la ciudad porteña de Jaffa, parte del área metropolitana de Tel Aviv.
Sin embargo, desde que comenzó la guerra en Gaza el 7 de octubre de 2023, es muy difícil para los palestinos obtener permisos para entrar en territorio israelí. Por eso la elección de Beit Jala, donde Combatientes por la Paz tiene sus oficinas, como lugar de protesta es significativa por ser uno de los pocos lugares donde israelíes y palestinos pueden reunirse sin infringir la ley ni requerir permisos especiales.
Para Ahmed, un palestino de Jericó con raíces familiares en Gaza, la protesta tiene un peso personal. «Más de 160 de mis familiares han muerto (en Gaza). La semana pasada perdí a tres más. Eran nombres, tenían sueños, pero ahora se convirtieron en números», lamenta.
«Si la guerra continúa, si el genocidio continúa, si la hambruna continúa, (el primer ministro israelí, Benjamin) Netanyahu creó enemigos con eso. No creó la paz», añade jugando con una misbaha (rosario musulmán) entre sus manos. «Pido detener la guerra cuanto antes. Para resolver nuestra humanidad, para detener el odio entre palestinos e israelíes», subraya.
Desde el inicio de la ofensiva militar israelí en la Franja de Gaza en octubre de 2023, más de 60.000 palestinos han muerto por fuego de Israel, según el Ministerio de Sanidad del enclave.
A esa cifra se suman al menos 147 fallecidos por malnutrición, un fenómeno en aumento debido a la grave escasez de alimentos y suministros, atribuida a las severas restricciones impuestas por Israel al ingreso de ayuda humanitaria.
«Cada pequeña cosa puede tener un efecto»
Tariq, otro participante palestino de 25 años, también de Jericó, ve en esta acción una forma de romper el silencio. «Descubrí que la mejor manera de resistir es unirme a esta huelga. Alzar mi voz, alzar la voz de mi gente para que actúe contra esta guerra, este genocidio», afirma.
«Creo que cada pequeña cosa puede tener un efecto. Quizás no lo veas ahora, pero lo verás en el futuro. Es difícil hacerlo solo, pero veo que cada vez más gente se une, más gente actúa», añade.
Mia también muestra esperanza. Reconoce que este tipo de acciones rara vez muestran un impacto inmediato, pero asegura que reciben mensajes de apoyo que les animan a continuar.
«La gente quiere unirse, venir aquí, protestar con nosotros en nuestra protesta de hoy en Beit Jala, la protesta binacional que permite que israelíes y palestinos se conozcan, porque es casi imposible desde el 7 de octubre», dice.
«De hecho, casi no hay espacios ni siquiera para reunirnos, para conocernos, para vernos como seres humanos y para co-resistir. Así que esto es algo muy inusual».
Verónica Snoj