Astaná, 5 ago (EFE).- Una historia real de amistad y supervivencia al margen de ideologías de dos españoles en un GULAG situado en la inhóspita estepa kazaja es el argumento de «La tregua», la última película rodada por el cineasta español Miguel Ángel Vivas.
«La tregua es, en realidad, una historia kazaja sobre españoles. No es una película que se pueda ver con palomitas. Te las comes y a disfrutar. Aquí hay que pensar, comprender, tomar conciencia», comentó a EFE Yerlan Bekjozhin, productor local de la cinta.
Con el paraguas de Netflix, la cinta será presentada en el próximo Festival de San Sebastián, que se celebrará del 19 al 27 de septiembre.
«La película transmite un mensaje de tolerancia y respeto a aquellos que piensan de forma diferente a nosotros (…) Las ideologías nunca pueden convertirse en un obstáculo para el entendimiento de los hombres», explica a su vez el español Emilio A. Pina, productor ejecutivo.
Amistad entre enemigos

Dos españoles de bandos opuestos en la Guerra Civil acaban con sus huesos en el tristemente famoso campo de trabajo de Karlag en la región de Karagandá, que acogió entre 1937 y 1959 a cientos de miles de represaliados de todo el mundo.
Les acompaña un intelectual kazajo, con el que traban amistad pese a las condiciones inhumanas que tienen que atravesar, papel que protagoniza un actor residente en España, Farabi Akkozov.
«Realizamos un casting por todo Kazajistán. Lamentablemente, no encontramos a ningún hispano hablante», reconoce.
Los actores españoles elegidos son Miguel Herrán, que ya colaboró con Vivas en «Сasa de papel», donde interpretó a Río, y Arón Piper, que intervino en la serie Élite, que se puede ver también en Netflix.
Historia actual, rodaje rocambolesco

Pina destaca que «la historia de la película, aunque transcurre en los años 40, 50 y 80, es rabiosamente actual en estos tiempos en que la polarización extrema tiene dividido el mundo y las ideologías separan a los hombres».
«Siempre nos pareció una idea oportuna y necesaria que pone de relevancia la importancia del hombre sobre las ideologías. Dos hombres diferentes deben buscar todo aquello que los une y no lo que los separa», apunta.
El proceso no fue fácil. Fueron siete años de trabajo hasta que la película ha visto la luz. La pandemia y otros problemas obligaron a replantear el diseño de producción, ya que el rodaje se trasladó desde la estepa kazaja a «un gigantesco decorado en Dima, un pueblo de Vizcaya», en España, donde el barro convirtió el trabajo en una pequeña odisea.
«La construcción muy realista e inspirada en los campos de trabajo tardó cerca de seis meses en construirse. Pero la máxima dificultad durante todo el rodaje fue tener que adaptar el plan de rodaje a la meteorología, sorteando lluvias y vientos intensos, ya que prácticamente todo transcurre en el exterior o en una relación muy directa con este», señala.
Una historia soviética desclasificada
Bekjozhin explica que las listas de españoles represaliados entre 1941 y 1954 eran secretas durante la URSS y su contenido no se conoció hasta que las autoridades kazajas, «en un gesto de buena voluntad», se las entregaran en 2013 al entonces presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy.
«Muchos descendientes pudieron así conocer dónde fueron represaliados y dónde murieron sus familiares», dijo.
El productor español César Benítez fue quien recogió el testigo del documental «Los olvidados de Karagandá» que se rodó al respecto y vino con la idea de rodar una película de ficción.
«Cuando ves lo que está pasando ahora en el mundo, en diferentes rincones del planeta, entiendes que la gente no es capaz de hablar, escuchar, ponerse de acuerdo y perdonar. No hay diálogo», explica el kazajo.
Por ello, explica que si el mensaje de la película -«siempre es posible llegar a un acuerdo»- llega al espectador y a los líderes mundiales que toman decisiones «que influyen en el destino de mucha gente», entonces «misión cumplida».
La hospitalidad esteparia
Además de la historia más española, Vivas intentó transmitir también el espíritu del pueblo kazajo, que se caracteriza por la hospitalidad.
«El sentimiento de empatía es importante para la supervivencia en las inhóspitas condiciones de la estepa, lo comparten todos, independientemente de su nacionalidad o religión», explica el productor.
Y recuerda que después de muchos años los supervivientes siguen considerando Kazajistán como «su segunda patria» y están agradecidos a los habitantes de la mayor república centroasiática por haberles salvado la vida.
En una de las escenas de la película se ve cómo una familia kazaja invita a los prisioneros españoles a su casa al «dastarjan», una mesa con los mejores platos de la zona.
«Con esta película queríamos decirle al mundo quiénes son los kazajos», añade.
De hecho, los actores españoles pronuncian varias frases en kazajo durante el rodaje, lo que sumado a su compromiso con la película, le convenció de que «los españoles, por su mentalidad, son muy cercanos a los kazajos: abiertos, apasionados y alegres».
Kulpash Konyrova