Jose Oliva
Barcelona, 29 jun (EFE).- El artista Xavier Vilató, que firma sus obras como Xavier, repasa en una exposición retrospectiva en la galería Joan Gaspar de Barcelona su obra de los últimos 50 años, mientras ultima un libro de memorias para «explicar el Picasso -su tío abuelo- que yo conocí, alejado de la imagen que se presenta de él».
Por las venas de Xavier corre óleo, trementina y pigmentos, no en vano es hijo del pintor Javier Vilató, nieto del artista Élie Lascaux, sobrino del pintor J. Fín y sobrino nieto de Pablo Picasso, así como del reconocido marchante de arte Daniel-Henry Kahnweiler.
Inició formalmente su trayectoria artística explorando disciplinas como la pintura, el grabado, la cerámica y, a partir de 2006, también el cine.
En la exposición de la galería Joan Gaspar, gran parte de las obras, todas de pequeño formato, reproducen un universo propio, poblado de personajes fantásticos y formas sugeridoras, con un lenguaje que el propio artista define como «circunflejo».
Esta retrospectiva incluye una treintena de obras creadas entre 1974 y 2025, con un formato reducido y, como explica en una entrevista con EFE: «A menudo empiezo con formatos pequeños, que después pueden crecer y convertirse, en algunos casos, en auténticos ‘monstruos’, pero hay una conexión muy particular entre los formatos muy pequeños y los muy grandes, un tipo de relación que no sé muy bien explicar».
Y añade que «en general, el paso del dibujo a la pintura empieza siempre con formatos reducidos».
Ya coqueteó con el mundo del arte desde su infancia, pero su dedicación es algo más profundo: «Me dediqué al arte para hablar con Pablo, con mi padre, con mi tío».
Las obras seleccionadas muestran dos caras complementarias del artista; por un lado, su dimensión más introspectiva y fantástica, que culmina en su proyecto más ambicioso, ‘Le jardin circonflexe’, iniciado en 2013 y presentado en Barcelona en 2017.
Este universo poético llegó a su máximo esplendor en el Jardín Botánico-Histórico La Concepción, en Málaga, donde Xavier Vilató creó un recorrido escultórico con más de veinte piezas, convertido en una suerte de museo al aire libre, habitado por cazadores de estrellas, damas florales y duendes vigilantes.
Obra onírica y pintura realista
Junto a este mundo onírico, en la exposición también se puede contemplar la obra del artista que observa el mundo con una mirada terrenal, y ahí el mejor ejemplo es la serie ‘La Grande Cuisine (2004–2007)’, en la que aparecen objetos simples del día a día, especialmente del ámbito culinario, representados con una estética realista, sobria y sin artificios.
Desde su casa en Menorca, donde cultiva su propio huerto, traslada los valores del entorno natural a su pintura, que denomina «pintura bio»: «Se vive lo que se pinta y se pinta lo que se vive», afirma.
La exposición se completa con una serie de objetos artísticos de pequeño formato, pensados para ser llevados en viajes, como una forma de arte íntima, próxima, cotidiana.
Las dos cajas expuestas fueron creadas con esta intención: arte para llevar, arte para vivir, e ilustran esta filosofía el anillo con forma de pez que luce en uno de sus pulgares.
Completan la visión retrospectiva algunos cuadros de la serie ‘Les Végétaleries’, realizada entre 1990 y 1991, que muestra otra vertiente del artista: su fascinación por la naturaleza transformada en forma plástica.
«Para mí, la obra nace durante la ejecución; las ideas no vienen antes, surgen mientras trabajo. No me propongo ser onírico ni realista. Es la misma obra la que me conduce, y seguramente existe una especie de equilibrio o contrapeso entre una cosa y otra», confiesa el artista.
Como un nómada del arte, además de en Menorca, Xavier pasa largas estancias en Barcelona, en París, en Suiza y también en Andalucía: «Me gusta cambiar de taller, de ambiente, de luz, de interlocutores, que cuando me ven llegar se alegran y cuando me voy al cabo de diez días están muy cansados y también se alegran», bromea el artista.
Ese mismo nomadismo viven sus obras que, según anuncia, se expondrán en septiembre en el Museo Nacional de Cerámica en Valencia, en octubre en la Fundació Palau en Caldes d’Estrac (Barcelona), en diciembre su obra paisajística se verá en A Corunya y en un año en la Fundación Miró de Palma.
Publicar una suerte de memorias a finales de año es una manera de explicar el Pablo Picasso que él vivió: «La imagen que se da de Picasso no se corresponde en nada con la que yo he vivido y la que siempre me han contado sus amigos artistas, su familia, incluso sus mujeres; y tengo la impresión que es como si llegaran a Londres con un plano de París».
Para Xavier Vilató, «Picasso ha sido todo generosidad, ha ayudado a miles de personas, pero, en general, las cosas buenas no se cuentan, por pudor, y en cambio, las historias escabrosas siempre vende en papel. Como la gente no consigue explicar su pintura, pues se va a otro sitio».