Miriam Mejías

Madrid, 28 abr (EFE).- El apagón eléctrico que ha sorprendido a toda la Península Ibérica ha dibujado un escenario atípico en algunas de las principales vías de Madrid, con riadas de personas que se han echado a la calle para recorrer largos e improvisados caminos de vuelta a casa ante la ausencia de Metro y trenes de Cercanías.

Las filas en cajeros que se registraban en las primeras horas del apagón, que comenzó a las 12.30 horas (10.30 GMT), y las terrazas de bares llenas han dado paso al cierre de muchos bares, restaurantes y tiendas de concurridas calles de la capital, que después de comer ya tenían la persiana bajada ante lo inédito de la situación.
Pero, sobre todo, ha dejado la abrumadora imagen de mareas de personas que, la mayoría tras salir del trabajo, se han lanzado a las calles para hacer el recorrido que normalmente realizan en transporte público, muchas de ellas sin perder de vista el mapa que llevan en su teléfono móvil.
Porque en la capital tomar el coche comienza a no ser una opción ante el colapso de la autovía de circunvalación y el intenso tráfico que se acumula en las principales arterias, como el Paseo de la Castellana.
Además, esto ha hecho que algunos autobuses -el gran salvavidas en el transporte este lunes- empiecen a mostrar en su panel luminoso el temido “No Admite”.
Algunos ciudadanos han conseguido llegar a casa al volante, aunque con un peaje de una hora, pero otros han visto ya pasar dos horas en su reloj desde que espera su autobús en una marquesina del centro de la capital.
Una de estas ciudadanas, Yolibeth, lleva una hora aguardando al primero de los dos autobuses que tiene que tomar para llegar al aeropuerto Barajas pero, resignada, reconoce en declaraciones a EFE que no tiene otra opción porque el taxi, tal y como están las carreteras, lo ve inviable.
Otras dos jóvenes, Irene y Paola, llevan caminando casi media hora. A una de ellas no le queda ya mucho trayecto hasta llegar a su destino en un día en el que, menos mal, el buen tiempo acompaña, pero la otra debe llegar hasta un barrio del extrarradio de la capital.
Impaciente, confiesa a EFE que ha renunciado a cualquier medio de transporte porque ha escuchado que los autobuses implican, al menos, una hora de espera, y ha decidido hacer a pie la línea 3 de metro.
Parques llenos de padres y niños, tras recogerles antes de lo habitual de los colegios, contribuyen también a este escenario urbano, con quioscos llenos de gente en busca de algo para beber ante el cierre de muchos bares, o establecimientos de alimentación con largas filas para comprar, sobre todo, velas y pilas hasta agotarlas.
“Y nosotros, sin Internet, ¿qué hacemos?”, comenta una persona mientras emprende el camino de vuelta por una céntrica calle de Madrid; “si esto sigue mañana, yo no vengo al trabajo”, dice otra cerca de un garaje que acumula en su rampa de salida a una larga fila de coches, dispuestos a acceder a una vía principal donde el sonido de las bocinas se une al de los silbatos de los agentes que tratan de regular el tráfico.